Chile ha logrado lo que para muchos mercados emergentes parecía una quimera: reconducir su inflación hacia la meta del 3% de manera sistemática y prematura. Tras alcanzar un pico histórico cercano al 14% en 2022, los datos del Banco Central (BCCh) al cierre de 2025 confirman que la Tasa de Política Monetaria (TPM) —que hoy se sitúa en un 4,5%— ha cumplido su rol de ancla, permitiendo una convergencia inflacionaria efectiva a pesar de los desafíos externos y el alto costo social de las medidas.
El origen de la tormenta: Factores globales e internos
Desde inicios del siglo XXI, la inflación global se mantuvo en niveles históricamente bajos. Sin embargo, el panorama cambió drásticamente con la convergencia de shocks sin precedentes. A nivel mundial, la desarticulación de las cadenas de suministro tras la pandemia, el alza en los costos de energía y los conflictos geopolíticos (como la guerra en Ucrania) inyectaron presiones de costos transversales.
En Chile, el fenómeno se agravó por factores domésticos de gran impacto. El Banco Central estimó que cerca de dos tercios del aumento inflacionario inicial fueron producto de la inyección masiva de liquidez a través de las ayudas fiscales directas y los sucesivos retiros de fondos previsionales. Esta expansión desmedida de la demanda interna generó un desequilibrio macroeconómico que obligó a una respuesta institucional inmediata y agresiva.
La receta del éxito: Autonomía y determinación
La estrategia chilena se basó en el uso estricto de la TPM. El Consejo del Banco Central actuó con independencia, elevando las tasas hasta niveles restrictivos (alcanzando un 11,25% en su punto más alto) para enfriar el consumo. Esta decisión, aunque técnicamente necesaria, implicó una desaceleración económica y un encarecimiento del crédito hipotecario y de consumo, medidas que suelen ser profundamente impopulares.
“El compromiso con la meta del 3% actúa como el ancla nominal de nuestra economía, orientando las expectativas de todos los agentes”, señala la doctrina del BCCh.
Costos políticos vs. Estabilidad a largo plazo
El control de la inflación en Chile destaca no solo por su técnica, sino por la resiliencia política del modelo. Implementar políticas contractivas durante un periodo de baja actividad económica genera presiones hacia la autoridad monetaria. No obstante, la institucionalidad chilena priorizó la estabilidad de precios —el “impuesto a los más pobres”— sobre el crecimiento artificial de corto plazo.
Hoy, con una inflación total y subyacente alineada con el objetivo, Chile recupera margen de maniobra para fomentar el empleo y la inversión, demostrando que la disciplina monetaria es el cimiento indispensable del bienestar social.

