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Inversión extranjera en Chile: confianza global en un país clave para la transición energética y digital

Mientras la inversión local se contrajo, los flujos de capital externo se han fortalecido impulsados por el cobre, el litio, las energía limpias, y las ventajas estratégicas de Chile en el nuevo ciclo económico global.

La evolución de la inversión extranjera directa (IED) en Chile durante los últimos cuatro años revela una tendencia clara de recuperación y fortalecimiento, en contraste con un desempeño más contenido de la inversión interna. De acuerdo con datos del Banco Central y de InvestChile, los flujos de IED han mostrado un crecimiento sostenido desde 2021, superando en varios ejercicios el promedio histórico e incluso alcanzando niveles récord en términos de proyectos anunciados y materializados.

Este desempeño se explica por una combinación de factores estructurales y coyunturales. En primer lugar, Chile mantiene atributos altamente valorados por los inversionistas internacionales: estabilidad macroeconómica, un marco jurídico predecible, reglas claras para la inversión extranjera y una inserción profunda en el comercio global, respaldada por una amplia red de tratados internacionales. A ello se suma la credibilidad de su política monetaria y fiscal, aun en un contexto global marcado por alta inflación, volatilidad financiera y tensiones geopolíticas.

El contraste con la inversión interna resulta evidente. Según cifras oficiales del Banco Central, la formación bruta de capital fijo de origen nacional ha mostrado una recuperación más lenta y, en algunos períodos, un estancamiento relativo. Factores como la incertidumbre política, los mayores costos financieros derivados del ajuste monetario, y una mayor cautela empresarial frente a cambios regulatorios han incidido en la contención de la inversión de capitales chilenos, pese a que la economía ha evitado desequilibrios mayores.

Un elemento central que explica el atractivo de Chile para la inversión extranjera es su rol estratégico en el nuevo ciclo económico global. El país es el principal exportador mundial de cobre y uno de los mayores productores de litio, minerales esenciales para la transición energética, la electromovilidad y el desarrollo de tecnologías limpias. Esta condición genera un círculo virtuoso: la demanda global por descarbonización impulsa la inversión en minería y encadenamientos productivos, fortaleciendo a su vez los ingresos externos y la posición estratégica del país.

A este factor se suma una ventaja comparativa clave para el futuro tecnológico: la energía. Chile dispone de una de las matrices de energías renovables más dinámicas del mundo, con abundante generación solar y eólica, según datos del Ministerio de Energía. Esta disponibilidad de energía limpia, competitiva y escalable resulta crítica para industrias intensivas en consumo energético, como los centros de datos, fundamentales para el desarrollo de la inteligencia artificial y la economía digital.

Finalmente, la posición de liderazgo regional de Chile en telecomunicaciones y conectividad refuerza este atractivo. La combinación de recursos naturales estratégicos, energía limpia abundante y una infraestructura digital avanzada configura un escenario virtuoso que explica por qué la inversión extranjera ha encontrado en Chile un destino confiable y con proyección de largo plazo, incluso cuando la inversión interna avanza con mayor cautela.  En ese equilibrio entre capital externo muy dinámico y capital nacional retraído y expectante, se juega buena parte del desafío económico del país en los próximos años.

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